Sólo una cosa más. Es que no puedo dejar perderse una noticia de algo que ha pasado y que parece que ha sido hecho para que yo me confirme en algo que te dije al principio: Genomo, somos tontos.

En no sé dónde del País Vasco, una asociación de jóvenes, han colgado estas navidades de la ventana por el cuello a un papanoelillo coca-colo de estos, y la alarma social ha sido enorme. Muchos se han quejado por la intolerable falta de respeto ¡Pero cómo va a ser, cómo va a ser, hombre por dios, amos amos! Y el concejo ha llamado al orden, ¡Al ordeeen! Por fin un equipo de bomberos ha intervenido para descolgar la irreverencia porque pudiera ser que fuera incluso inconstitucional.

Y yo, acabada de leer la noticia, me he quedado pensando en cómo el monigote de un anuncio de una bebida refrescante ha conseguido llegar a la categoría de icono plusquamreligioso en el subconsciente de buena parte de la abundiería, y me pregunto cuántas de las estampas sagradas que tenemos grabadas en los sesos son al fin y al cabo eso, imágenes de anuncios de las diferentes coca-colas que hayan sido a lo largo de los tiempos, por los siglos de los siglos.

Y aunque por una parte me entra un  aburrimiento letal al saber que casi todas, por otra me descubro poniéndome, para mis adentros, una sonrisilla mordaz y divertida, viendo lo ridículo que eres, que somos y que seremos. Seguramente sin remedio. Mientras dure tu existencia.

                                                        FIN.                          enriquelopez@elbarrancario.com
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