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La gusaneee-ra, la gusaneee-ra, ya-no-puede-crecer más...

 

Lo que pasa es que la Gusanera se está acelerando cosa mala. El Sistema lo llama Calentamiento Global, pero si algo hay por nuestra parte que caliente el Globo es la aceleración de la Gusanera. To cristo hace alharacas avisando del peligro que nos va a matar. Pero ni dios quiere apañarlo. En realidad es que el asunto no tiene apaño. Tengo yo muy clarito que, como tal gusanera que es, la Humanidad no puede hacer otra cosa que desaparecer acelerándose o morirse de la pena de no poder seguir creciendo. No sirve de nada perder el tiempo en discutirlo,  pero hoy me he dao de morros con una cosita de esas que además de hincharte los cojones resultan ser pruebas evidentes de lo que está pasando, así que te cuento. Cuando llegué al Barranco, hace ya treinta añitos, traje conmigo, entre otras moderneces, la primera lavadora que lavaba en estas tierras. Todos los lugareños flipaban cuando la veían. Ohhh, decían, ¿y eso no rompe la ropa? Ahora hay un montón de ellas llenando los campos reducidas a chatarra por otras más modernas. Y los pastores apacientan sus rebaños con un móvil en el bolsillo del vaquero que, aunque de mercadillo es también de último diseño. La dinámica cultural era más bien del siglo diecinueve. Sólo un par de personajes de cada localidad había oído alguna vez una canción de los Beatles, que hacía no sé el tiempo que ya se habían separado. Y, Por supuesto, la navidad en la mayoría de las casas ni se festejaba y recuerdo el asombro que causó que lo hiciéramos nosotros, poniéndonos ciegos de alcohol, y de los desconocidos tripis y canutos. Los Reyes Magos, aunque a la mayoría no les habían echado nunca nada cuando fueron críos ni les echaban gran cosa a los que lo eran entonces, por lo menos sí se sabía que eran un cuento para niños, pero lo del Papa Noel tripón, vestido de rojo y con barba blanca, que había creado Coca-cola para un anuncio de los años treinta, es que ni se le había oído nombrar ni se le había visto nunca ni se tenía puta idea de quién coños podía ser. El cine era un sitio oscuro donde la mayoría no había entrado nunca y en eso no han cambiado mucho las cosas. Si había llegado sin embargo ya, la cocacola y el cubata. El aislamiento se mantuvo así durante mucho tiempo aunque cada vez iban llegando las noticias, el consumo y las modas, más deprisa. Pero desde hace una década la cosa de la globalización ha cogido una carrerilla que te cagas. La Gusanera se ha desarrollado como por encanto.  Y ahora el deuvedé de Los 300, o de Wanted, llega, bajado por algún primo que está puesto en eso de interné, al mismo tiempo que su estreno en Nueva York, a casa del paleto más rudoncho y primigenio que imaginarte puedas, que se lo ve alternando con las coplas rancias del Canal Sur Tv y algún que otro directamente ya dentro del porno duro, en la tele de plasma, bebiendo cervezas alemanas compradas en el Lidl y con alguna rayita traída de Colombia y comprada a una rusa en un putiferio de la playa. Una empresa pone todos los años alumbrado público navideño en las calles principales de la aldea y hay, y este es el objeto con el que me he encontrado esta mañana, Genomo, una profusión de papanoelillos de esos que se cuelgan como si estuvieran trepando por terrazas y ventanas que es como para cagarse en la puta madre del Progreso. Y es que el Mercaraiso llega ya puntual y pujante al más cerril de los cortijos. Y lo más chungo es lo que más furor provoca, como es normal, porque todo se pega menos lo bonito.

    Anda y a ver si explota to ya de una vez. Me digo cuando veo uno de esos objetos de consumo absurdo, y paso de comerme el coco. Pero estos papanoelillos de hoy... es que es la hostia lo que significan. Mira: vamos a jugar como otras veces, a eso de calcular la cifra exacta. Sí. Sólo en cuanto a los que circulan en el reino, ¿Cuántos millones de litros de sudor para sacar el petróleo para hacer el plástico para su construcción? ¿Cuántos pulmones jodidos en la producción de tintes y procesos de tintado? ¿Cuántas horas de inútil existencia para diseñarlos, construirlos, trasportarlos, venderlos, comprarlos...? ¿Cuántas de emisión total de ceodós (ahora tan en la alarma social y administrativa)? Para colgar esta tontería en tu balcón ¿Cuántas unidades de absurdas creaciones engrosando por fin la problemática basura indestructible? Cuántos. ¿Millones por año? Cuántos.

    El proceso tiene muchas ramificaciones. En el cálculo de horas de vida perdida y emisión de ceodós, no olvides calcular también las que correspondan a las efectuadas por los gaznápiros que los compran para conseguir el precio que les cuesta.

    No cabe duda. Desde luego estos sacacuartos son  lo más idiota de la aceleración que te afecta, Genomo ¡La cantidad de seres que tienen que dejar de dedicar su tiempo a tocarse las pelotas para ponerse a producir estos inventos en esas industrias que tienen el único fin de jodernos el Planeta y acabar contigo y con nosotros! Aprovechemos que tenemos que soportar su visión para sacar conclusiones haciendo honor a lo de que no hay mal que por bien no venga. Me he dicho. Que sirva para algo de provecho todo ese esfuerzo colectivo. Aprendamos de ello. Filosofemos a costa de los papanoelillos, coño. Proclamemos la cruda vedad que nos transmiten: No hay duda, Genomo, somos tontos. Aleluya.

    Y la maravilla es que un montón de abundios hayan currao como payasos para que yo haya podido verlo así de clarito esta mañana ¡Eh ahí la magia de la vida! Los caminos del señor son inescrutables. Hasta lo más absurdo tiene su cósmico porqué ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

    Y me he puesto a escribir para contártelo

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