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Se cree el Capitán Trueno, se cree el Capi­tán trueno. El muy colgao. Desde hace mucho tiempo que lo sé. Desde antes que fuera Presi y después ex. Que está colgadito con el Capitán Trueno. Muchas veces me le he imaginado de niño en ese colegio posiblemente de curas al que fuera, o al menos de niños ricos, muy religioni­zado en cualquier caso. Y completamente colgado con el Capitán Trueno ¿O es con el Guerrero del Antifaz? Con los dos seguramente, pero no sé por qué creo que más con El Capitán Trueno. No sé por qué creo que el Guerrero del Antifaz cautivó más al otro, al sucesor. Pero a él le veo con sus pantaloncillos cortos dirigiendo la pandilla y jugando a las espadas haciendo de eso, de lo que se sigue creyendo, de Capitán Trueno ¿Tendría un Crispín que le hiciera las pajas en plan de varo­nil camaradería? ¿O quizás un Goliat, y de ahí su amor por la barba gordinfofla del sucesor? ¿Esta­rán esos colegas de comics ahora enchufados por ahí en puestos de responsabilidad bien pagada? Sin duda. Estos personajes son muy leales a lo familiar y a las primeras amistades que intere­sen. Y lo que parece es que sigue jugando a las espadas y que se sigue creyendo el héroe heroi­quísimo de la Cristiandad Santísima. En su hondo magín. Y que, aunque totalmente subyugado por el armamento moderno, en su subconsciente se vé con la minifalda y las medias de malla metá­lica, es­pada en mano, emprendiendo la lucha feroz contra el moro y contra lo que haga falta. Claro, que no cuadra eso de tener un jefe por encima de él. Es una pena. El Capitán Trueno sólo tenía a Dios. A lo mejor es por eso que se la mama tan incuestio­nablemente y con tanta fe al jefe del Imperio. De todos modos, subalternos los tiene por puñados y todos tan sumisos como los del mis­mísimo tebeo y los de su supuesta infancia. Qué se le va a hacer. No se puede tener todo. Y quien a buen ár­bol se arrima...

Y el se ve tan bonito, tan fiero, tan irre­sistiblemente atractivo y tan hombretón. No hay más que verlo cómo se mueve. Y yo me digo que he ahí un ejemplo de la relatividad. Por que señor bendito, pocos especimenes así. El ridículo con patas. La irrisión con bigote y con partido. Yo no podría resistir levantarme una mañana como el de la metamorfosis y verme al mirarme en el es­pejo convertido en eso. Mil veces antes cu­cara­cha. Y él sin embargo, tan orgulloso de su es­tigma. Dando clases por ahí y fardando de ca­rrera. Y en esas va, reivindica la Edad Media, y dice en su primera clase magistral en tierras usas que hay que tratar al moro guarro como no­sotros tuvimos la valentía de tratarlo, que fue echándolo de las españas godas y cristianas, con la Reconquista, para glo­ria de la civilización y de la seguridad del mundo libre y del mismísimo dios   que es uno y trino. Y es cierto que fueron echados los moros gracias al carácter aguerrido de Don Pelayo y a la virgen de Cova­donga, por el esfuerzo de la cristiandad y el olor a braga su­cia de la reina católica, por la espada del Cid y Santiago y cierra España. Pero lo que no dice es que antes, oh grandísima pu­tada, antes, no hay más que mirarle a la cara, antes de la gloriosa expulsión, hubo un moro de esos, de entre todos el más sarraceno, que se fo­lló a una tatarata­buela suya mientras guardaba los rebaños del Rey, que nunca fueron ellos no­bles. Y se marchó de­jando para siempre mancillado su linaje  de vil negrura. Y lo peor es que la muy guarra gozó. Que se joda.

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