Policagada.

 

     No se sí te he contado la apreciación de lo estadístico que un día me trasmitió mi amiga Car­men. Estaba embarazada y dentro del sector de riesgo de tener un hijo tonto por vieja y los mé­dicos le dijeron de hacerle la amniocentesis para estar seguros de que todo era normal. La prueba consiste en hacerse pinchar con una aguja hasta llegar al líquido que envuelve al feto y sacar un poco para ver los adeenes y demás. Algo un poco jodidillo. Cuando menos no muy agradable. Y, a veces, causa de aborto o de acabar estropeando el embrión que fuera tan normalito en principio. Mi amiga dijo a los médicos que ella no se hacía eso y los médicos intentaban convencerla dándole da­tos estadísticos de que en realidad, el porcen­taje de problemas era bajísimo, un cero coma no se cuantos ceros uno por no se cuantos cientos de posibilidad de aborto y un cero coma no se cuan­tos ceros uno por no se cuantos miles de dañar al feto. Ella les dijo que nanai, que prefería ju­gársela al cero coma no se cuantos por ciento de posibilidades de que le naciera el niño tonto y que si así era pues que qué se le iba a hacer, lo pondría encima de una silla vestidito mono y ya estaba, pero que a la otra ruleta rusa no jugaba. Claro, me decía, es que eso de los datos estadís­ticos es muy relativo. Si no te toca la china es cierto que el porcentaje de que te tocara era casi despreciable, pero si te toca, te ha tocado el cien por cien. Y tenía razón, claro.

     Y no sé por qué es lo primero que he pensado hoy cuando he leído la noticia de que el supuesto terrorista musulmán, vestido con abrigo de in­vierno para tapar la bomba, abatido (siempre es abatido la palabra utilizada en estos casos)  hacía unos días por policías de paisano en el me­tro de Londres de cinco tiros a quemarropa en la cabeza era, en realidad, un brasileño joven y electricista, que además de simpático parece to­talmente legal teniendo en cuenta que la policía ha pasado dos días buscando a toda leche en su truncada vida algún vestigio de maldad enseñable después de la cagada.

       Más he vuelto a pensar en la concepción estadística de mi amiga después de ver en la tele al propio de la poli inglesa encargado de dar la cara diciendo que lo sienten en el alma, un error trágico, pero que no descartan que pueda volver a pasar porque están tratando con terroristas peli­grosos (se ve que han tenido estudiado cuidado de no resaltar la kamikacez del acto pero sí echar mano de ella) y están por lo tanto en una situa­ción muy extrema. Ha recalcado que tienen orden de disparar a la cabeza para evitar cualquier de­tonación que pudiera costar más vidas. Su guerra, dicen, está por encima de la muerte de un indivi­duo por muy inocente que sea.

     Sí, otra cuestión de estadística. Si muere uno pero se pueden salvar cien merece la pena el muerto democráticamente hablando. Pero, según la concepción estadística de mi amiga, si te toca ser el muerto le pueden dar por culo a las demo­cracias todas, a todos los mundos libres del mundo, a los cien supuestamente salvados, y hasta a la mismísima Civilización al completo.

     A ver, encuestemos. Por que la encuesta es la raíz de la estadística de la opinión. Y a us­ted, ¿cómo le gustaría palmar en el supuesto de que tuviera que hacerlo en una de las dos mane­ras: a manos de un fanático  que se quita la vida por su idea para llevarse por delante a cuantos más pille mejor o a manos de expertos funciona­rios armados del estado de derecho que antes de que les explote el cuerpo bomba en las narices prefieren llevarse por delante a un inocente siempre que pudiera estar dentro del perfil de la sospecha?

     Señor, señor. Qué disyuntiva ¿No podría ser de ninguna de las dos maneras?

     Ajá, usted es muy listo. Pues no, mire. Las cosas no parece que vayan a ir por ahí, sino por la parte chunga, que de eso nos encargamos todos. así que, vaya usted contestando a la pregunta de la encuesta.

     El resultado, sobre todo en este caso, hay que valorarlo analizándolo por sectores. Entre los de piel nívea, sobre todo si rubios y rubi­cundos, y si más bien larguiruchos o gordinblan­chos, con ojos claros, montón de pecas, y ese aire inconfundible de ser cien por cien sangre sajona jamás contaminada de sureces, es posible que nos encontremos con una mayoría que conteste que desde luego, es horrible, pero mejor pasarse que no llegar. Entre los otros, los que después de mirarse al espejo no se sienten muy seguros de que por su pinta no se puedan ver con los legales tiros en la cabeza aunque fuera por encontrarse en sitio mal iluminado... ahí es posible que ga­nen los que piensan que es mejor no llegar que pasarse o por lo menos preguntar antes o afinar más los criterios de forma que ellos, como judíos nórdicos, o como nórdicos no rubios, o simplemente como hijo de nórdica y español de la Línea de la Concepción encima franquista de toda la vida, no tengan que andar con ese susto extra encima.

     Claro que, como todo en la vida real, las cosas son más complejas y entonces hay de los del primer grupo que están indignadísimos con la lí­nea dura y negros negros que opinan que aunque les tocara a ellos recibir el impacto del equí­voco prefieren saber que están defendidos por mano férrea y efectivamente como manda la ley. Por que qué miedo si no. Aunque no se puedan qui­tar la cara de buenos ni para dormir, y tengan que andar siempre con las manos a la vista y pi­sando huevos hasta cuando vayan a llegar tarde a la más importante de las citas.

     Así las cosas, se complican y enmarañan. Hasta podría suceder la siguiente noticia: “Ibrahin Miller, destacado miembro de la Policía Secreta Especial Antiterrorista, ha sido abatido por sus colegas en una acera de Picadilly Circus cuando estaba de compras en su día libre. El grupo de policías en servicio llevaba días espe­rando al sospechoso con el que le confundieron por su parecido disparándole en la frente cuando el agente intentó sacar la placa del bolsillo in­terior de la chaqueta.”

     “El fallo ha sido suyo”, habría dicho el portavoz del cuerpo. “Como profesional sabía que no debía bajar las manos ni hacer gestos sospe­chosos, menos con esa cara que tan aparente le hacía para su cargo.” Los policías de servicio sin embargo, siempre según el portavoz, habría actuado de forma ejemplar y con elogiable preci­sión. “Sólo hay que ver que se realizaron seis disparos ocasionando un solo agujero de entrada, perfectamente centrado demás entre ceja y ceja del abatido.”

     Sí, por ahí van las cosas. Y yo no sé, oye. No sé que contestar a la pregunta de la encuesta. Cuando lo de las Torres Gemelas, recuerdo que ob­servé aquí en mi Reino un cierto sentimiento, en cierto modo general, que venía a decir, ellos se lo han buscado por andar siempre jodiendo en nom­bre de su santa libertad. No fue lo de los pales­tinos saliendo a la calle con aire masivo de fiesta pero mucho contentillo visceral del tipo anda y que se jodan ellos ahora se le vio expre­sar a más de uno. Oí hasta quien dijo que era una pena que hubieran muerto tantos pero que también morían muchos cuando los terremotos y que la vida era así. Bastantes. Ciertamente. Gente por otra parte muy sensata y muy integrada y muy dentro de la norma. Yo, sin embargo, en cuanto vi las imá­genes de los aviones impactando desde la casa de Málaga donde estaba de visita, lo primero que se me vino a la cabeza fue cuántos de esos miles de muertos serían como yo ¿Es que los que no son como tú no te importan?, me preguntó un colega un día cuando yo argüía esto. Pero a lo que yo me refería no era a eso, era a la tremenda paradoja que suponía la cantidad de individuos disidentes del sistema que habrían muerto en ese espanto con­tra el emblema más alto de la más puerca cosa de esta guarra sociedad. Musulmanes cabreados que a lo mejor habían pensado esa mañana, anda a ver si los terroristas ponen una bomba donde más les duela. Incluso muchos que quizás hubieran podido mostrar  ese contento que te digo que observé, de no haberles tocado a ellos palmar sino ser espec­tadores habrían palmado. Ese es el flas que me dio. El bueno, el guapo, el feo y el malo, hechos salsa cósmica en un pisto horripilante. Después indagué con la mente detalles numerales del su­ceso. Pasé por ejemplo revista imaginaria a los objetos que habría en los escombros. Paquetes de coca en fuertes cajas fuertes, trapos sucios de estado, dineros de todos los colores, cosas que mejor que no pudieran ser recatadas jamás por el bien del Bien Común, joyas de todo tipo, armas de toda variedad, planos, obras de cualquier clase de  arte, condones, vibradores, planes, planos, cartas de de amor y odio... montañas de papeles de diferente valor, documentos, retratos, secre­tos, ansiolíticos, viagras, proyectos, prospec­tos, cremas retardantes, biblias sin estrenar y cedes con fotos duras de pornografía infantil y cara, reptiles, gatos, perros, pajaritos. ...Esa lista interminablemente sorprendente de todo tipo de cosas. Y el capital humano. Desde ese jefe de las oficina de la CIA en el piso decimoquinto, pringado en la desaparición de miles de oponentes cuando lo de Chile y que a pesar de la edad se­guía limpiando inconvenientes donde le mandaran, hasta esa chicana sin papeles que limpiaba los váteres en las de la empresa de consulting en la veintitrés, con el costoso crucifijo de oro que pensaba regalar a su niño parapléjico en el bol­sillo de la bata y que le había costado la mitad de sus ahorros. Pasando por la secretaria del sector de personal de Energy Inversion S.A., que acababa de tirarse al jefe aquella noche y soñaba con el futuro que se le abría en el momento del Bummm. Y el bombero culturista que murió por in­tentar salvar a su compañero, pareja de lecho, que murió por salvar un financiero atrapado en un ascensor que era activista homófobo amater... En esta historia última me digo de hacer morir a los dos bomberos abrazados en su amor antes de que les caiga encima la escombrada y al banquero lo salvo por los pelos y le pongo en la actualidad dirigiendo el brazo armado de una organización de caza y captura del pervertido que mantiene y pro­mociona el gabinete Bush con el apoyo político del propio Arnold Schwarzeneger. Ahora está dedi­cado a la faena al cien por cien y con el ánimo mucho más radicalizado por el susto que le dieron los jodidos árabes que por supuesto son lo mismo que todos esos degenerados maricones y drogadic­tos, elementos podridos y peligrosos a eliminar para acabar con la amenaza planetaria, de la que ya le habían salvado una vez aquellos bomberos, esos sí prototipos de lo viril, lo valiente, lo saludable y lo recto que debía de ser la sociedad futura por la que él trabajaba cada vez con más ahínco, haciendo limpiar la basura cada noche a golpe de bate de béisbol y dios bendiga América.

     Todo un universo de variado dolor.

     No, no sé yo que contestar a la pregunta...

     Y después lo de Madrid y ahora lo de Lon­dres. Miedo. Terror. En onda expansiva.

     ¿Cuántos inocentes han petado?

     También muere mucha gente de esa inocente en Irak todos los días. Gente maja que quiere vivir y le ha tocado esa china- me dice un amigo char­lando sobre esto-, y a los de la Civilización no nos preocupa como no sea por el entretenimiento del morbo de la noticia, que cada vez es menos nueva y empieza ya a cansar.

     Así es, le contesto. Y estaría por ver hasta dónde sigue inocente la inocencia. Hace unos días vi otro de esos reportajes televisivos con los que los del mundo rico entretenemos las veladas después de sobrellenarnos las tripas. Este mos­traba el inmenso sufrimiento del río humano que asciende constante desde Sudamérica hasta la frontera con USA para penetrarla por tierra mar y aire. Son como los espermatozoides, millones co­rren para que uno logre la fecundación. Mueren a miles por el hambre y el cansancio, por las ma­fias, por las policías, por los accidentes que trae el viajar en equilibrio sobre los trenes... Todo su entorno colabora en su exterminación. Y sin embargo siguen sin parar y cada día es más grande el cauce del torrente. Casi lloro cuando sacaron un grupo de familias mejicanas en cierto pueblecito que preparaba cada día comida para la mayor cantidad posible de gente. Familias que en realidad no tenían nada, pero que lo hacían como solidaridad para con los viajeros porque ellos también tenían familiares que habían logrado en­trar en el óvulo prohibido y sufrían la angustia de zigotizar en una placenta social cada vez más empeñada en causar su aborto. Y la tenían que guisar encima clandestinos porque el santo Estado prohíbe en nombre de dios dar de comer al ham­briento. “Les damos lo mismo que comemos noso­tros, hoy hay tortitas con chilaquili y sopa de pollo.” Y mostraban como se iban con los perolo­nes a las vías donde estaban estacionados los va­gones y allí pregonaban, salgan, salgan, que les queremos dar de comer, no les vamos a hacer daño, salgan... Y de entre las ruedas y las piedras iban saliendo por cientos como animales polvo­rientos.

     Cuánto dolor genera este sistema ¿Y se creen que ese dolor no les va a acabar cayendo encima? Es como la contaminación. Si una ponzoña vertida a tomar por culo acaba, lógicamente, llegando a todas partes ¿No va a pasar igual con el dolor y el pánico?

     Nuestro lujo es su miseria ¿Hasta donde so­mos inocentes cada uno de nosotros?

     No, no sé que contestar a la pregunta de la encuesta. Y encima hay más. Mira otra situación tal vez cierta. Una madre de un chaval muerto. El chaval estaba en la veintena y era activista an­tiglobalización. De los cañeros. En el supuesto el chaval ha muerto así que preguntamos a la ma­dre: ¿como te hubiera dolido menos que muriera, por el bumm del suicida o por el error del brazo armado del estado? Pero además vamos a suponer que el chico es más bien negro. Entonces quizás sea preferible que palme a manos de un grupo de energúmenos blancos que les da por acabar a hachazos con él una noche mientras le sorprenden esperando un autobús. Que eso también es cosa que pasa.

     ¿Sí? ¿No? ¿No sabe no contesta?

     No me extraña, ya te digo que yo tampoco sé.

Pero si eres negroide y habitante de ciudad blanca en alerta roja, cada vez que salgas a la calle, en alguna medida tu angustia debe elegir entre coger el metro amenazado de bomba y policía o ir andando con la posibilidad de caer en manos de unos de esos grupos de blancos furibundos. Las tres causas de muerte prácticamente igual de pro­bables. Hoy por hoy, sin embargo, menos mal, to­davía, todas comparables en matemática probabili­dad con la famosa esa que habla de que te caiga la maceta en la cabeza.

     Yo soy más susceptible a la angustia de la duda porque entro directamente dentro del grupo de alto riesgo. Y es muy posible que tenga yo al­gún primo lejano por ahí que esté entre los muy buscados y tenga una jeta similar con la mía me­tida en los ficheros de búsqueda y alerta de los programas de identificación. No importa si al fi­nal no es más que primo tercero de la cuñada de un sobrino de uno que un día recibió una llamada por equivocación maldita. Aquí en mi Reino somos la mayoría pardos y no hay problema pero ya había pensado yo con terror que en un viaje a Nueva York saltara un relé de esos al computar mi cara y dijera, titú titú titú elemento compatible con Alí Alá Haquí Hehtá Ermuha í Dhín Mahmalo, titú titú titú, terrorista número dieciocho mil qui­nientos en la escala naranja de peligrosidad... Y verme metido en una película que no quiero ni pensar. Porque malo es que te peguen el tiro ful­minante pero a lo mejor es peor que te toque la detención siniestra y sin derechos, kafkiana a lo Brazil, con tortura a voluntad, que es lo que se está practicando a miles de elementos al fin del todo inocentes, por uno que pueda resultar de al­guna manera de verdad algo implicado. De nuevo la valoración estadística. Claro que no era probable que fuera yo a Nueva York. Sí andaba pensando ir a Londres, pero ahora también hay que pensar que forma parte del peligro preventivo. Y la tenden­cia de la lista, es al aumento. Mira tú, La Ten­dencia, otro concepto emparentado con la matemá­tica de la Estadística y la Probabilidad.

     No, no sé que contestar a la encuesta. Pero de que la prevención que el tirar a matar promete no parece que vaya a evitar en absoluto la inse­guridad no me cabe duda. En cualquier caso pronto, ya, los suicidas afinaran su tecnología y harán coincidir el cese de su tic tac vital al bumm del acto terrorista y entonces...

 

 

Enrique López

enriquelopez@elbarrancario.com

 

 
   
 

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