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¿sostenibilidad.com?

 

 

     Lo de la sostenibilidad, lo mismo que lo de la paz en la mili, es una kk. Claro. Ya te lo he dicho muchas veces. Rollos macarenos. Pan de po­nente que ha pillado presupuesto. El ruido que hace el niño con su pajita después de beberse la horchata de un par de chupetones. Chruuuusshhppp. Eso es la sostenibilidad. Lo tuve claro en algún lugar del fondo de mi coco desde la primera vez que oí la palabreja.

     Aunque a veces dudo, no te creas. Me digo, joder tío, mira que eres negativo, siempre tienes que ver lo malo de las cosas. Pero entonces siem­pre me ofrece el destino ejemplos que me confir­man con creces en mi creencia. Basta que hablen de ello en la tele o salga a relucir una palabra del abanico familiar de sostén referida al desa­rrollo del Mercaraiso, para que note por ahí, es­condido, el tufillo a mierda que la cosa tiene. No importa el grado de implicación que tenga el hablante. Desde el político de turno que la dice porque se la han puesto en el guión de ese día hasta el alevín que hace un master en la materia para progresar hacia el Poder en la administra­ción de su concepto. Pasando por el simple eco­simplón que la emplea como los testigos de Jehová lo de los ríos de leche y de miel. Pero ayer vi en la tele algo que es en sí la propia definición del gato que encierra lo que decir quiero. Si se­ñor. Ni hecho aposta.

     La sostenibilidad hecha vomitivo es esto que sigue (un anuncio de la tele, empieza con un vi­deo en el que dos jóvenes marionetas varones es­tán en una habitación y dice uno a otro mientras esgrime un mando a distancia en su mano conducida por los hilos, tío, no acabo de sudar, voy a en­cender el aire acondicionado. Eso, ponlo, con­testa el otro, carguémonos el Planeta. Pero y en­tonces, duda el primero, ¿qué hacemos? Y ahí en­tra la voz en off que dice, alecciona y ataja...) recitado con una voz femenina premeditadamente dulce y envolvente pero instructiva, edificante, haciendo inflexiones entre el ritmo de miel can­tarina en los momentos de exposición, y la firme melaza en las consignas de ofertas de servicio y moraleja, como quién cuenta un cuento bonito a un niño encantador para que aprenda a no ser malo pero para que pierda todo temor y, plegándose a nuestro deseo, se sienta protegido y se duerma feliz en la confianza de su perfecta familia:

     “No es fácil, pero tenemos que llegar a un mundo que nos permita vivir mejor a todos sin re­nunciar al progreso y sin dañar el planeta ¡Cómo! Apostando, firmemente, por las energías renova­bles; sustituyendo el petróleo por biocombusti­bles; construyendo edificios ecoeficientes que respeten su entorno; invirtiendo en alternativas de transportes más limpias; asegurándonos el su­ministro de agua potable; y, sobre todo, demos­trando a nuestros hijos que es posible compaginar el progreso económico y social con el equilibrio ecológico para hacer de este mundo un sitio mejor donde vivir.

     >Ese es nuestro compromiso. Sostenibili­dad.com. una iniciativa de Acciona, pionera en desarrollo y sostenibilidad.”

     Después de echar la cena por las escaleras sin poder aguantar la arcada de la pota hasta la taza del vater me dije, tengo que ver esa página. Y lo hice al día siguiente, antes de desayunar desde luego. Alucina. En principio parecía una página cara y con medios hecha por prínguilis ñiugüeis de los que forman la vanguardia cultural y pillacacho de los actuales treintañeros. Naífos de luk y eternos infantiles de apariencia. Linces expertos en pillar al vuelo las oportunas subven­ciones. Pero había todavía una vuelta más de tuerca ¿Quién coños estará pagando esto? Es lo primero que se le ocurrió a mi mente revieja ya de por si malpensada? Y hallé la respuesta pin­chando en el links que estaba en el fondo del gua donde la inclinación de la presentación llevaba a parar a la flechita del ratón. Acciona. Click. Y entonces se abrió la página maravillosa de creo que una empresa de empresas, mundial, ecopensante y sostenibilizadora a la vez que creadora de de­sarrollo y desde luego, y es lo que más clara­mente publicita: joven, efectiva, competitiva, generadora de plusvalías limpias, justa, y muy interesantes a niveles de inversión como queda claro por la información que detalla milimétri­camente su estatus en la Bolsa. Y era sin duda allí donde quería ser conducida la liquidez del torrente de la sostenibilidad. Ajá. A la Bolsa ¡Ya est felinus in bursa! (ya está el gato en la talega). No eran pringuilis mediocres los autores del invento. Qué va. Esos son los que van a com­prar las acciones. A la par que se invierte en salvar el Planeta gano en moneis. Especula en verde. Sí tío, a la hora de rentabilizar tu di­nero, acciona. El invento es un paso más de eso que ya te conté del invierta en justicia para ga­nar en solidaridad (¿o era al revés?) de la hucha cubiperfecta que me encontré en la ventanilla de la Caja de Ahorros, pidiéndome argo para argún tipo de pobres, heredera de la del negrito con la raja en la cabeza de mi infancia. Por supuesto. Para los neopragmáticos sensatos las acciones guerreras del sostén son la salida perfecta a su pequeño dilema. Sobre todo si se cotizan bien y son rentables. Porque hay que progresar, eso sin duda, hacer al menos un viaje al exotismo en va­caciones, llevar una mediana vida cultural, dar una educación bilingüe a la prole, pagar el du­plex..., hay que sacar rendimiento a los ahorros. Pero también hay que hacer algo por el cambio climático y la globalización injusta y abusiva y el sufrimiento tan cruel del tercer mundo, etc ¿Entonces? El Sostén es la salida. Las acciones de acciona son el producto ideal para este tipo de abundios periprácticos. Existe el mercado y aparece la oferta. Para el gusanillo de la cari­dad (no importa si puramente agnóstica, de pura secta, o pluricombinada) ya hace tiempo que es­taba lleno el mundo de huchas variopintas para todos los gustos y colores, con y sin fronteras. Metiendo dávidas en ellas por sus rajas (o en al­gunas de sus cuentas) se venía ganando en solida­ridad, justicia, desarrollo en equilibrio, perdón de los pecados, sitio en el cielo, y en general tranquilidad de la conciencia. Faltaba la opción empresarial, que nos salvara y nos redimiera al tiempo de hacernos, sosteniblemente, un poco más ricos (ojo: a todos) cada día. Y por fin aquí está ¿No es maravillo?: ¡Tío, acciona!

     (Qué pensada y maravillosa combinación subli­minal encierra la palabra del invento, per­fecta alquimia de actúa y cómprame acciones.)

 

Enrique López
enriquelopez@elbarrancario.com

 

 

 

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