Hierbabuena (fragmento de Ge-no-meando)

 

 

 

 

 

      Hace un tiempo azul de primavera. Luminoso y claro después de unos días de viento de poniente. Hoy se ve África al otro lado del mar a pesar de ser verano. Ojalá traiga lluvia como parece ser que dice la meteorología terronera. África. Me pongo a hacerme un té verde con la hierbabuena de Tánger que planté en el huerto cuando el olor profundo que tiene me lleva a la cashba. Me trae los estrechos vericuetos apelmazados de tiendas coloridas, chilabas, mujeres con pañuelos, algún que otro velo, jóvenes con ropa hortera del hip-hop y falsas marcas, ruido de bullicio y apretuje, fragantes pestes mezcladas con aromas apestosos, eh amigo vinir aquí mira, yo guía bueno, yo amigo todo mundo, ¿Tú busca hotel? ¿hash? ¿Midina? Yo llevo ti a Midina,  por ahí tú no ir bien, por aquí micor, vinir tú migo por aquí, eh, eh, amigo ¡Dónde tú quiere ir! ¿por qué tú no hablar mí? Yo buen amigo llevar sitios bunitos, amigo, amigo.... lío humano y sudadera, vida. Suciedad. Pobreza. Polvo. De vez en cuando improvisadas tiendas que son la limpieza hecha orden y decoro. Y de pronto me encuentro en aquel café del que no recuerdo el nombre. Uno que está arriba del todo al lado del cementerio fenicio con vistas a Cádiz y Tarifa. Resecos jardines en terrazas que cuelgan en escala frente al mar. Grupos de jóvenes toman té o café, tal vez algún refresco de cola o tipo seven up. Quizás alguna sopa, o pastelillos que un ambulante vende en cesta humilde. Los hay que fuman porros y arropan a uno que toca una guitarra, canciones de los Beatles. Recuerdo dorado de un tiempo que nunca llegaron a vivir. Todavía hay cafetines que hacen saber que allí estuvo Jimi Hendrix o cualquier otro sinónimo. Hace un rato mientras íbamos hacia el café, aún en la estrecha medina, nos hemos encontrado con un suizo homosexual a todas luces, muy plumero, hecho todo una señora cincuentona, con un perrito lulú de lo más cuco que lleva atado con una cara correilla maricona. Lo conocimos el día anterior en la tienda de una inglesa que intenta sin éxito vender arte en medio de la cashba como si estuviera en Venecia. De inmediato nos ha saludado y enseguida nos ha contado alarmado y cotilla la gran novedad del día, «...mais... vous ne savez pas la nouvelle?: On a trouvé Sadan Hussein!” A nuestro asombro por la desconocida noticia ha continuado dando pelos y señales, « ...oui, hier, dans un trou dans le sol! Ç’est incroyable, j’ai vu ça à la télévision. Il était dans un état... é-pou-van-table, maigre, sal, avec la barbe comme ça... dés-ha-bi-llé...! Cotorreaba a todo volumen usando de paso su plumeo ya de por sí alarmantemente llamativo como señuelo para pescar la atención de un niñato interesante que pasaba por allí en plan chulo. Mientras le escuchaba observé el perrito lujoso que sentado me observaba presuntuoso desde el suelo, el entorno extraño del sitio que ocupábamos y que con la noticia todavía se me hizo más moruno, la arquitectura laberíntica, las moras transeúntes que pasaban celadas en sus ropas, ...vi desde arriba el cuerpo extraño que formábamos allí. Hay que ver, qué sitio y qué modo de enterarme de esto. Me noté incrustado en el corazón de un terreno ajeno. Nuestro mundo estaba mucho más lejos que los pocos kilómetros del Estrecho. Pensé en la locura de los medios planetarios dándole a la máquina noticiera. Una gran victoria de la civilización, estarían proclamando los que pensaban que civilización no hay más que una y que yo en ese momento estaba en el mismísimo corazón del más angosto callejón de la barbarie más completa, que ese día, gracias a la cruz y al dólar, estaba siendo un poco más derrotada. Me preocupó si no estaríamos llamando demasiado la atención y miré con cautela involuntaria girando el pescuezo alrededor a ver hasta donde llegaba la onda expansiva del cante del suizo. Era como si se extendiera desde la placita a las orejas más susceptibles del Islam. Pedí al destino que no pasara por allí algún fanático. Y ahora estábamos en medio de una de las terrazas del descuidado jardín colgante de aquél café frente al mar mirando al norte. Cuántos estarían allí mismo pensando en lo cerca que está la otra orilla y lo difícil que es hacer la travesía, tal vez celebrando la despedida para coger la patera a la caída de la noche. Oriente, occidente. Lo moderno, lo caduco. En el fondo, ¿cuál es cuál? Muchas veces lo viejo es vanguardista y siempre lo vanguardista se hace viejo. Es curioso eso de los ciclos. En mis viajes a Marruecos en los años ochenta me resultaba más antiguo su gusto por las cosas de lo hipi que ahora en el final del cero tres. Entonces en España estábamos en pleno ciclo de aceleración de los ciclos y después de cuarenta años de tener todo prohibido nos llegaban las modas que nos habían sido negadas pero de golpe y muy aceleradas. Como si nos pasaran a cámara rápida la película que nos habíamos perdido.. para ponernos al día sin andar perdiendo el tiempo. Hoy algo era el no va más y por la mañana ya era algo pasado de moda y lo  que molaba era algo que mañana le iba a pasar lo mismo. Deprisa deprisa. Debía ser por eso que cuando les veía en su retraso de siglos acariciar los sesenta y sus historias como el no va más de lo atrevido y lo rebelde me decía, están colgaos, están colgados en el tiempo, pobrecillos, todavía no se han enterado de esto y de esto y de lo otro... Recuerdo por ejemplo luego en los noventa lo curioso que me pareció el que los berlineses del este, los osis, trataran por igual pink floyd y Paco Ibáñez como tremendas novedades dignas de ser degustadas en fiestas y reuniones como interesantes audiciones vanguardistas y novedosas. Y era porque a ellos les estaba pasando el destino la misma moviola que nos habían pasado a los madrileños diez años antes pero aún más deprisa y, eso sí, con un guión más dentro del orden y la exactitud alemana. Pero era lo mismo, me decía cada vez que en una reunión me ponían esos símbolos que en ese momento en España eran causa segura de risa, casi que de cosas de la abuelita la pobre, y desde luego de señal inequívoca de estar demodé y colgao si no en el fracaso más rotundo si en una época pasada que no iba a volver ni puta falta que hacía. Ahora sin embargo todo es distinto. Ahora en el cero cinco y desde hace tiempo ya, parece que acabamos de descubrir que nada es verdad ni es mentira. Qué todo puede valer. Las emisoras están llenas de programas que a veces pienso si no será que hemos pasado una especie de túnel del tiempo y resulta que tengo otra vez veinte años. Todo aquello se reedita y se revende como churros, en especial lo hipi. En realidad es lógico, porque no ha habido generación ninguna que desbanque esa de principios de la segunda mitad del siglo veinte. Pero es más. La moda de ahora es la no moda. Todo vale con tal que haya llegado a los espacios de publicidad y mercado que hace falta llegar y le pongan allí en el culo la etiqueta de santo valor comercial y por lo tanto lo hagan hostia de consumo imprescindible en la comunión de la fama. Un vez ahí, no importa el refrito del remakin, ni el ismo ni la época, en produciendo todo es actual.

      Y eso no es que sea en sí bueno, porque pasa con el bien y el mal lo que con la verdad y la mentira, pero es un punto de vista perfecto para poder otear más y mejor y más lejos y ver sin decorados el trasfondo del cotarro. Desde esta plataforma de valores no hay dios ni rey ni ideal ni coña que vengan a prohibir o a enturbiar la visibilidad. Esas gilipolleces opacas quedan por debajo de los pies del que quiera avistar más allá de los engaña tontos. En momentos sociales como este cada uno puede mirar hasta donde le alcance la vista aunque en todo tiempo hay quien no alcanza a ver más allá de sus narices. Hay que aprovechar porque no siempre es así. De vez en cuando el fluir de la historia pasa por turbios torbellinos y es difícil no verse pringado por la fuerza de los hechos sin que importe la idiotez del curso del río ni la imbecilidad del fluido que nos arrastre. Debe de ser terrible encontrarse en medio del remolino de Irak ahora mismo por ejemplo. Pobrecitos. Yo no sé, Genomo por qué pasan esas cosas, esas turbulencias absurdas y sangrientas que arrasan periódicamente la Historia. No sé si tú lo sabrás. Entre nosotros hay opiniones para todos los gustos. Hay de los llamados pensadores que revelan la culpa de carácter económico de un sistema basado en la pura explotación. Otros, más de moda hoy día, explican sin embargo complejas circunstancia de la sicología social que acaban definiendo como profundamente humana la base misma del horror y que vienen a decir que no pudiendo hacerse nada por el camino de una organización más razonable lo mejor es seguir con el rollo y buscar soluciones educativas a largo plazo, hacer mucha demagogia al respecto para ir creando una corriente de opinión a favor de los derechos humanos y pedir que la masa dé cuanto más dinero mejor a no importa qué oenegé.  Dentro de esa escuela hay muchas corrientes diferentes. Todos coinciden en que fortalecer la llamada Cultura de Occidente es cojonudo para arreglar el problema de las guerras, aunque unos lo digan así de claro y llanamente y otros den cien mil vueltas para llegar al mismo sitio empeñados en demostrarse como algo más dentro de lo que se podría llamar estilo revolucionario y de justicia social. En el fondo todos tratan de lo mismo, seguir sosteniendo la insostenibilidad mientras se pueda. Sostener. Sin plantearse el hecho terrible de que algo habría que hacer antes de que sea demasiado tarde. Y entre los sostenedores hay un gran abanico de pensados pensamientos, todos abalados por licenciaturas insignes de reconocidas universidades y postgrados, que dan fe de la capacidad del pensador para pensar. Incluso han aparecido ya ecologistas duros, fundamentalistas partidarios del orden lógico para promoverte a ti, Genomo, a la conquista de los altos confines del espacio universal, que opinan que en este momento lo correcto es por ejemplo dejar morir a las masas afectadas por la hambruna, si no incluso ser más píos y favorecer el proceso haciéndolo más rápido y eficaz y menos doloroso, porque la base del problema es un aspecto insolucionable de tipo demográfico que no tiene otra salida que la eliminación del excedente. Sí, por supuesto, eso se está aplicando cada vez con más fuerza moral en la práctica a la chita callando. Son corrientes muy influyentes, que vierten sus criterios al oído de los más sagrados foros de la pensancia del poder más poderoso y armadamente de peso oficialista y del más frío rigor científico en la administración. Joder, qué flas del desarrollo de la Ecología en el futuro que acabo de tener. Esa corriente que por ahora parece que quieren crear un cuento en el que los pececitos puedan estar en aguas limpias y los pajaritos trinen alegres en el mismísimo centro de la urbe más espesa. Seguramente irán por ahí las cosas. Quién les iba a decir a los primeros socialistas del siglo diecinueve que en sus bucólicas reuniones de salón estaban plantando la semilla del terrible Estalinismo. Pues igualmente. Muchas veces he pensado en contarte ocurrencias sobre el fin de la Gran Fiesta. La fiesta de la Sociedad del Bienestar. La fiesta que empieza a ser masiva en la segunda mitad del siglo veinte en esta parte de la piara que definen Occidente, y que tendrá que acabar como cualquier otra fiesta. Qué pasará cuando para tener coche o viajar en avión haya que tener altas razones de estado. El jurujujú convertido en delito ecológico contra la sostenibilidad de la vida en el planeta. La libertad individual del idílico pasado subyugada a la razón de tu progreso evolutivo, de tu continuidad, Genomo. La alegre ventimononia convertida en sueño clandestino y romántico. La dictadura ecológica hecha férrea necesidad. Todos viviendo la dureza de lo sobrio, con resaca, y teniendo que limpiar encima la cuadra, hecha una pena después del largo festorrio que ahora nos metemos, lo mismo después de alguna terrible conflagración mundial y ponzoñosa. Siempre me han parecido tiempos malos los por venir. Sobre todo para los que vivimos en Occidente, que estamos acostumbrados a lo bueno. Tarde o temprano. Pero ahora acabo de tener una visión realmente cruda del futuro. Hay que aprovechar, hay que aprovechar. Vivamos el jolgorio, que no va a durar siempre la fiesta. Y, antes de que un nuevo tipo de moral nos tape la vista otros mil años, miremos sin parar lo que subyace. No sabremos jamás de qué va esto, pero constataremos datos y nos maravillaremos. Como forma de trascender y para lo que pueda interesar a la Pensancia cuando trate de saber qué pasó en realidad en esta etapa loca.

      Y aquí la verdad lo que pasa es que... nada es verdad ni es mentira, y no por mucho madrugar amanece más temprano. Nunca se puede decir de este agua no beberé ni este cura no es mi padre. Andando yo caliente  a quien dios se la dé san Pedro se la bendiga. Hoy por ti mañana por mi. Y no hay más chinches que la manta llena. Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija, pero es mejor vivir de rodillas que morir de pie. Poderoso caballero es Don Dinero, y por el interés te quiero Andrés. Sólo sé que no sé nada. Y anda y que te den si vienes a joderme.

      Como dijo el poeta, hay muchos grajos mélicos y líricos marranos. Y como digo yo, no hay alma más cochina que el alma puritana. Ni dios está en las iglesias, ni la justicia en las Cortes, ni la maestría en las subsecretarías de cultura.

      Ah, qué gozo. Doy gracias a la casualidad que me haya traído a este tiempo diáfano y a este espacio de festejo y abundancia. Es tan de puta madre no tener nada que hacer y estar ahíto de to aquí observando... Saber que no hay nada cierto y que tras una conclusión se pueden concluir mil más en lo redondo. Me digo que yo especialmente, como español en la cincuentena, por haber vivido esa dicotomía exagerada entre la ridiculez franquista y la locura hiperactiva del mercado democrático, estoy posiblemente más preparado para degustar la profundidad de la diversidad de las esencias. Más que otros que hayan estado siempre dentro del mismo tipo de orden. Ya en los ochenta me supe afortunado por mi peculiaridad, y cada día estoy más contento de estar como que vacunado contra las falsas certezas de progreso que va proclamando campaña a campaña el Mercaraiso... gruuuakhh... vaya, me ha venido un eructo y el sabor me ha traído a la boca la hierbabuena de Tánger que tengo plantada en el huerto y me ha vuelto a llevar otra vez a la cashba y me ha traído de nuevo a los moros a la cabeza, los pobres moros, retenidos en un tiempo tan obligadamente monocromo. Ala ahí todo el tiempo con Alá. Sin embargo, mira, por las finas fisuras que la mercadotecnia va abriendo en el duro basalto de su civilización, poco a poco, se introducen los móviles y las tecnologías punteras del consumo y hacen cuña y quebrantan la pétrea unidad de sus ideologías. Me pregunto de pronto si no serán ellos los que encuentren al final versiones de visiones nuevas para ti, Genomo, cuando el tiempo les libre del rollo de esa niebla que les unce y contemplen e interpreten en forma acelerada toda nuestra actual modernidad, ya antes fermentada y digerida, desde un punto de vista más claro y más alto, tal vez sin filtros de mercado, que alcancen a ver cosas más sublimes e intensas que las que podamos intuir ahora los visionarios prepotentes del Mercaraiso global.

      No estaría mal.

Enrique López

enriquelopez@elbarrancario.com

 

 

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